4 sept 2010

Cinco sentidos...

No se trata del aroma a pasión que desprenden tus cabellos, ni ese perfume exquisito que se recoge de un tibio paseo por los bordes de tu cuello. Es la audacia de tu delicado olfato, aventurándose, explorando con sutiles caricias y suaves cosquillas cada espacio de mis manos, inquisitivo sin ser insidioso, decidido sin parecer brusco, preciso sin parecer premeditado…
Luego abres tus ojos y opacas el brillo del sol con tu mirada, acompañando sus destellos con cada movimiento del arco de tus cejas, al tiempo que cada pestaña se convierte en un rayo de luz que inunda mi silueta. Así encadenas mis acciones en función al brillo de tus pupilas, esclavizándome, avergonzándome, subyugándome ante la incapacidad de sostener la fuerza que imponen tus ojos…
Hasta que superas la distancia y a milímetros de mi piel te armas de valor para susurrarme, como si dejara caer algunas gotas sobre las sabanas, un montón de palabras incoherentes a el oído, con la clara intención de hacerme sonrojar o verme sonreír, mientras me pierdo en ese laberinto dibujado en tus orejas, que se adentra en tu cabeza como senda en pleno bosque, rumbo a tu conciencia, rumbo a tu memoria...
Y entonces levantas el rostro resuelto a llegar tan lejos como te sea posible, e inundas mi universo con el calor de tu aliento, exhalado entre suspiros que consumo como si no hubiese más oxígeno para mí. Te vas acercando, hasta que la sedosa superficie de tus suaves y dulces labios hace morada entre los míos, dándome a probar el elíxir de tu boca, destilado en esa dulce esponja que has hecho de tu lengua, capaz de absorber mis carencias y de emborracharme como a una mercenaria que vaga sedienta por el mundo.
Empieza el peligro, lo siento, lo sufro y lo disfruto, por momentos me dejas ver y por otros imaginar el rumbo que toman tus manos, sea en tu cuerpo o en el mío, para luego secar cada gota de sudor que en mi frente delata tanto nerviosismo de mi parte, y atravesando mi piel hasta llegar a mi alma te dedicas a un masaje que nos relaje por completo, prestos a indagar una vez más si queda alguna parte de nosotros que no sea capaz de estremecerse ante el roce intencionado que es preludio de un episodio más de una pasión sin ataduras…
A veces los padezco, algunas otras los estimulo, constantemente los condecoro con sutiles halagos, sean de palabra o prescindiendo de ellas. Lo cierto es que esos son tus cinco sentidos, las cadenas de mi alma, quienes roban las horas al tiempo para extrapolarme de mi horizonte y sugestionarme, como las migas de pan del cuento, a llegar a tus dominios…

Intentando vivir, intentando escribir.

No quiero más de esta puta realidad la cual me hastía cada día más. No puedo dejar de escribir, es que siento que debo, son esas mierdas que no puedo decir, eso que no puedo tirarle al mundo, porque al mundo le da asco untarse de mierda, el mundo odia todo lo que no les haga creer lo que quieren, y por eso lo tiro aquí, aquí no hay humanidad para juzgarme .
últimamente, he vivido tantas cosas, que creo que ya no hay espacio para mi imaginación, es que cuando ya lo que escribo es real, ya no quiero escribir mas de eso; no es lo mismo, no sabe igual, no tiene ese dulce sabor  utopía. Es que si vivo no razono, y si razono no vivo, no se puede entender la vida y vivirla al mismo tiempo, es que yo quiero hacer lo imposible; no se que prefiero.
Ahora, solo podré escribir sobre otras cosas que no quiero, por ejemplo de política, nunca falta de qué hablar, pero todo el mundo habla de ella, no quiero opinar si no tengo algo mejor que decir. Puedo hablar de mis amigos muertos, de mis temores siempre vigentes, de amores imposibles, tampoco de esos quiero hablar, pero es lo único que hay.
Podría escribir lo que me pasa, y entonces todo sonaría tan patético, que me daría lastima de mi misma, y leería esos poemas que te hacen sentir deprimido y miserable, intentaría llorar, pero como suele suceder, no podría. Un poco después me fumaría un cigarro, me tomaría un café, y al cabo de un rato… todo sería la misma mierda, exactamente la misma mierda.